Con esos ojitos apretados y sus pescadores color aceituna, Sarah Burton encaró a una semana de la moda en París, una vez más, con presencia animal, sin los romanticismos típicos que la haute couture connota, mostrando esa máscara de encaje fuerte, honesta y a veces hasta hostil. La diseñadora explica que en esta temporada
En esta colección encontramos a muchas mujeres, todas siniestras con sus máscaras se encaje, para estremecernos entre el detalle e los ruffles que crean una silueta de curvas infinitas, con esa falda de tulipán invertido que nos muestra a esa mujer extrema, fluida y delicada.
La Paleta aunque liviana, presenta esos rasgos negros y corales además de plateados y dorados que exaltan el exceso, la exageración, la búsqueda y ese descubrimiento de la feminidad cosificada.
La importancia de Mcqueen no está solo en representar la relación pechos, cintura, hombros
para retratarnos la fuerza con que camina esa mujer de tacones extraños, sino que exhibe a esa mujer oscura, a esa mujer de riesgos a la que los demás tememos; esta se deshace de la mentira del lápiz labial rojo carmín y sienta su rostro en el coral del arrecife más cercano a su ciudad.
Tenemos que entender que Alexander Mcqueen puede ser muchas veces un simple sistema de dualidad, donde hay elementos que se relacionan entre si, pero que forzosamente son contradictorios; este es el caso del encaje y el cuero, uno lleno de detalle y romanticismo y el otro más tosco y menos frágil.
Las Mcqueenescas se convirten esta temporada en ostras, tan marinas para salarnos el aliento una temporada más con ese tratamiento de textiles desde la organza hasta el gazar.
"...la mujer es el objeto del deseo, vamos a tantas lejanías para adornar a nuestros cuerpos que nos convertimos parte de nuestra ropa o somos tomados por ella. Esta colección es sobre el exceso-una exploración a los ideales de belleza llevados al extremo"Cuando se mira una colección de Mcqueen uno tiene que ser cuidadoso con esa primera vista que sorprende y atemoriza, aunque siempre fuerte e independiente la mujer Mcqueenesca provee al espectador ese ideal de Venus, tan frágil llena de esa complejidad representada en el encaje, llena de la naturaleza que choca con la cultura de crear desde la ciudad y para la ciudad. En esta entrega Burton cumple con ese cometido antagónico que ha posicionado a Mcqueen dentro del circuito en París como un irreverente que prefiere sumergirse y buscar mujeres dentro del mar.
En esta colección encontramos a muchas mujeres, todas siniestras con sus máscaras se encaje, para estremecernos entre el detalle e los ruffles que crean una silueta de curvas infinitas, con esa falda de tulipán invertido que nos muestra a esa mujer extrema, fluida y delicada.
La Paleta aunque liviana, presenta esos rasgos negros y corales además de plateados y dorados que exaltan el exceso, la exageración, la búsqueda y ese descubrimiento de la feminidad cosificada.
La importancia de Mcqueen no está solo en representar la relación pechos, cintura, hombros
para retratarnos la fuerza con que camina esa mujer de tacones extraños, sino que exhibe a esa mujer oscura, a esa mujer de riesgos a la que los demás tememos; esta se deshace de la mentira del lápiz labial rojo carmín y sienta su rostro en el coral del arrecife más cercano a su ciudad.
Tenemos que entender que Alexander Mcqueen puede ser muchas veces un simple sistema de dualidad, donde hay elementos que se relacionan entre si, pero que forzosamente son contradictorios; este es el caso del encaje y el cuero, uno lleno de detalle y romanticismo y el otro más tosco y menos frágil.
Las Mcqueenescas se convirten esta temporada en ostras, tan marinas para salarnos el aliento una temporada más con ese tratamiento de textiles desde la organza hasta el gazar.
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